ESPAÑA
Veo en esta España masas idólatras de líderes populistas,
becerros de oro quiméricos que muestran sus mandamientos rompiendo en
pedazos las almas de piedra que los observan. En esta España laica que
no cree en ningún dios pero que vende demonios: la izquierda señalando
con rencor al demonio de las derechas; la derecha increpando con
desprecio y temor al demonio de las izquierdas. Ambas vendiendo lo
mismo: odio. Veo en esta España amor fingido, ¿o no es eso la
solidaridad? por los lejanos hambrientos y refugiados, descuidando al
vecino en paro, dejando secar su propio jardin mirando a lo lejos;
respondiendo como un autómata a las imágenes vendidas en los televisores
y haciendo de ese modo el juego a quienes fabrican pobres, emigrantes y
muertos. Veo muchedumbres pidiendo la independencia pero no veo ninguna
persona independiente entre ellos. Gritan los gritos de otros, piensan
intereses ajenos. Y los contrarios lo mismo: la unidad de un país con
ciudadanos que no escuchan sus propios sentimientos. No es una sociedad
sin Dios, es mucho peor que eso. Es una España sin alma, de niños
sobreprotegidos educados para ser de mayores, en el amor y en el
trabajo, seres de fácil repuesto.